2 Corintios
3:13- 16 y no
como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la
vista en el fin de aquello que había de ser abolido. Pero el entendimiento de ellos se embotó;
porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo
velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a
Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se
conviertan al Señor, el velo se quitará.
Gálatas
3:8- 18 Y la
Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio
de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las
naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham. Porque todos los que dependen de las obras de
la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en
todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y
que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque:
El justo por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere
estas cosas vivirá por ellas. Cristo nos redimió de la maldición de la ley,
hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en
un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham
alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del
Espíritu. Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez
ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. Ahora bien, a Abraham
fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como
si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. Esto, pues, digo: El pacto previamente
ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no
lo abroga, para invalidar la promesa. Porque si la herencia es por la ley, ya
no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la
promesa.
Gálatas
4:21- 31 Decidme,
los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley? Porque está escrito que Abraham tuvo dos
hijos; uno de la esclava, el otro de
la libre. Pero el de la esclava nació según la carne;
mas el de la libre, por la promesa. Lo cual es una alegoría, pues
estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da
hijos para esclavitud; éste es Agar. Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y
corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en
esclavitud. Mas la Jerusalén de arriba,
la cual es madre de todos nosotros, es libre. Porque está escrito: Regocíjate,
oh estéril, tú que no das a luz;
Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto;
Porque más son los hijos de la desolada, que
de la que tiene marido. Así que,
hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. Pero como entonces el que había nacido según
la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora. Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la
esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la
libre. De manera, hermanos, que no somos
hijos de la esclava, sino de la libre.
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